Visto. Danke! Pero...

Querido M.,

Eres un tío cojonudo. Bueno y elemental. Pero si eres más vago... no sales del seno de tu madre.

Te odio. He tenido que rehacer tu texto de cabo a rabo. Por no haber, como siempre, no había ni puntos ni comas bien puestos.

Tienes un gran corazón. Para tu cabeza no lo sigue, en absoluto. Te contentas con quejarte todo el día y sentirte incomprendido, con el sentido del humor agónico de alguien que se encuentra cómodo en el papel de proletario espiritual.

Pero es igual, todo está bien. Tanto lo que me enviaste como tu modo de ser. Yo a tu edad estaba, creo recordar, mucho más verde.

Así pues, abrazos y gracias,

Ignacio

Madrid, 26 de abril de 2020


Uf

A., querido,

¿Por qué no lo dejamos? Como amigos o como conocidos, qué más da. Como lo que tú quieras, pero sin malos rollos.

Creo que perdí el correo donde me escribías sobre Lluvia oblicua, pero no importa, seguro que nos liábamos otra vez. Y acababas de  nuevo ofendido, estérilmente: ¿para qué? Todo esto es un poco agotador. Y lo es desde hace años, querido. Prácticamente no hay nada que te diga, que te escriba o que pueda decirte, que no genere inmediatamente una ráfaga de ironías, quejas, protestas, impugnaciones a la totalidad, enfados y reproches.

De verdad, no vale la pena. Debe haber algo que me perdí allá atrás, hace años, pero así es siempre. El otro día, lo de A. era una completa tontería. Afortunada o no, de acuerdo, pero una tontería sin ninguna carga. Y casi desencadena la Quinta Guerra Mundial. Pero si no fuese eso sería otra cosa.

Recuerdo cuando hace cerca de diez años te envíe aquella "Una encuesta inesperada" (¿Recuerdas? Una encuesta de Psicología que me devolvieron mis alumnos y yo contesté y reenvié después). Bueno, pues de los cientos de correos enviados fuiste el único, creo recordar, el único con el que me enzarcé seria y abruptamente. El único. Y así ha ocurrido demasiadas veces.

Cuando te hago una recomendación de buena fe, o dos, lo mismo. Enseguida me contestas con cajas destempladas. Y a lo mejor tienes razón. Tenemos gustos muy diferentes, humores muy diferentes y tal vez estamos en un punto de nuestro recorrido vital muy diferente.

Entonces, ¿para qué continuar y seguirnos molestando? Te pido disculpas si te he molestado en algo. Nunca máis. El mundo es muy ancho y queda mucha gente, incluso para personas tan "especiales" como yo o como tú, para estar a gusto, de acuerdo o en desacuerdo.

Y no son los acuerdos o desacuerdos los que caracterizan nuestros desencuentros. Eso qué más da, ¿qué importaría? Es el tono mutuo, de duelo medieval, como si tuviéramos siempre que demostrar quién la tiene más larga.

Se acabó. Lo siento, será culpa mía, pero no me interesa, Ni me interesa remontarme a atrás, a no sé qué reunión de Microfisuras, etc.

No, prou. Vamos a dejarlo, querido. Sabes que, mientras tanto, te deseo lo mejor.

Dale un abrazo a A. y a tu hijo, otro para ti y ya nos encontraremos. Tal vez un poco más viejecitos y entonces (je) un poco más serenos.

Hasta entonces, por favor,

Ignacio

Madrid, 12 de abril de 2020


Que Dios no envíe todo lo que podemos aguantar

Querido M.,

Valga ese refrán, que siempre citaba mi madre, para encabezar por fin esta carta. Te escribo desde este Madrid sitiado por un enemigo invisible, pero que se nota en el miedo vivo en los ojos, en la preocupación palpable en los rostros.

Antes de ayer terminé tu poemario y ayer lo repasé. Es magnífico, digno de figurar en la mejor colección de poesía. No sé si me impresiona más la experiencia amorosa que trasluce o la precisión del lenguaje.

En muchos momentos encoje en el corazón. Por cierto, tendrás en mi carta "Ha sido un placer" (la encuentras en mi web, a través de internet) un desarrollo muy distinto de otro desengaño amoroso, también arrasador.

Read more


Nos pasamos la vida fingiendo

Nos pasamos la vida fingiendo
Lluvia oblicua. Cuestionario de Esther Peñas para Ignacio Castro.
Publicado en "Solidaridad digital" (Servimedia, 13/2/20).

.          “Nos pasamos el día eligiendo”… ¿lo intrascendente, lo mortífero, lo banal?

Nos pasamos el día eligiendo cualquier cosa (a ser posible secundaria: ¿azúcar o sacarina?) que nos libre de la obligación moral de elegir fuera del menú de la oferta consumista, que hace tiempo que incluye también la ideología política. Nos pasamos la vida eligiendo para huir de la escena natal de la que venimos, fuera de cuya escucha no puede haber ninguna autonomía, libertad ni salud.

·        ¿En qué momento perdimos la “obligación moral de dialogar con el claroscuro que somos”?

Hace mucho tiempo. El hombre siempre ha tenido esta tentación; la mujer, menos. Pero la Ilustración y la Revolución Industrial le dieron un giro de tuerca al viejo sueño de la especie de encontrar una prisión confortable que nos libre del peso de vivir, único para cada uno. Desde entonces creemos haber superado la porción de noche de la que venimos. Es nuestra forma universal de racismo, que incluye despreciar el pasado y a tres cuartas partes de la humanidad. Por supuesto, es una ilusión adolescente propia de una sociedad senil, pero una ilusión poderosa que nos ha hecho muy infelices.

Read more


A punto de ser libres para siempre

Queridos J. y K.,

Antes de nada, perdonad el tono un poco irónico de esta carta. El artículo de Yasnaya en El País (curioso medio para buscar la liberación) no lo pude leer entero. Solo la puntita: exigían no sé qué clave que no pude introducir. Mi torpeza tecnológica me salva de la fluidez global, de la pesadilla monocorde que es el mundo mundial.

Pero lo poco que leí ya prometía lo mejor. Para empezar, el título: "Escribir ante la catástrofe". Si lo que le rodea a una es la catástrofe, sin más matices, una se convierte casi automáticamente en portavoz de la redención, en adalid de otro mundo por venir. Si lo que queda atrás es solo o básicamente la catástrofe, además, el mundo es el mismo en todas partes (Nueva York y una aldea perdida zapoteca), con lo cual valen los mismo remedios. Se trata de una premisa de la ideología global que yo no puedo aceptar, pero funciona.

Read more