Lo que arde

O que arde (Oliver Laxe, 2019) es una película que hay que ver. Aunque solo sea porque tiene "poco que ver" con las facilidades que corren por estos pagos, tanto de factura nacional como extranjera. Se podría decir casi, como ocurre en Paterson y algunas otras obras, sean de Guerín, Lois Patiño o Mercedes Álvarez, pero muy distinta a todas ellas, que la de Laxe es una película sobre nada, acerca de la niebla lenta que es la vida humana. Esto obliga a una atención constante para no perderse ningún detalle, aspectos a veces insignificantes en los que se juega el conjunto de la historia. Si es que se puede hablar de historia en este caso, dado que lo narrado roza de continuo lo inane, el ser lento de la especie humana y de la tierra.

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Al diablo con las buenas intenciones

Discurso de Ivan Illich frente al CIASP (Conference on InterAmerican Student Projects) en Cuernavaca, Morelos, México.20 de Abril de 1968.

 

En las conversaciones sostenidas hoy me impresionaron dos cosas que quiero comentarles antes de presentarles mi discurso. Me impresionó que reconocieran que la motivación de los voluntarios estadounidenses en otros países proviene en su mayor parte de sentimientos y conceptos muy alienados. De igual manera, me impresionó lo que llamo un paso hacia adelante entre los que quieren ser voluntarios como ustedes: están abiertos a la idea de que lo único por lo que se puede ser voluntario en America Latina es la falta de poder voluntaria, presencia voluntaria como receptores, y como tales esperamos que estén amados o adoptados, sin ninguna posibilidad de devolver el regalo.

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Tedio de hazañas bélicas (1917, Sam Mendes, 2019)

Uno escribió hace poco algo así: "Solamente dura lo que se atreve a romper con la cárcel de la fama" (Lluvia oblicua). De maneras tan distintas, Pasolini, Lennon y Lispector estaban en esto, sin abandonar nunca la humilde ley de la gravedad y una comunidad elemental de la supervivencia que nos permite seguir, como creadores y como humanos. Es más una decisión ética (casi animal) que estética, dicho sea de paso. La creación artística no es un resultado de la alta cultura, sino de la más baja necesidad. Uno escribe, decía hace poco una escritora, "porque de otro modo me vería obligada a matar". A su vez, Rilke sugiere: No pregunte a nadie por la calidad de sus versos, pregúntese si podría vivir sin ellos.

Es una maldita suerte que enseguida tengamos confirmación de esta fatalidad, la que opone tenazmente los focos del éxito a la clandestinidad de la creación, a través de nuestro otrora admirado Sam Mendes. Su último trabajo, 1917, que le hará todavía más millonario (recordemos que, entre otras, tanto American Beauty como Revolutionary road fueron un éxito rotundo de taquilla), es simplemente un inteligente paquete de consumo destinado de antemano a arrasar, con una inversión millonaria y unos beneficios, ya a la vista, más que multimillonarios.

La película de Mendes, tan rodeado por el éxito que ya no puede tocar el suelo (aunque ahora pretenda recrearse en el lodo), no tiene nada que contar, absolutamente nada distinto a lo que vemos todos los días en las pantallas: lo malos que son los malos y lo buenos que son las víctimas. Pero esta nulidad del contenido, sumada al ingenio narrativo, será la condición masiva de su éxito. Estamos otra vez ante la redundancia onanista de la información, aunque esta vez adornada con una fina sentimentalidad y una policromía escénica lograda.

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“Hay algo antipolítico en la sexualidad” Marcelo Barros

El psicoanalista y ensayista Marcelo Barros sostiene que el sintagma relaciones violentas se diferencia del otro, relaciones conflictivas: si en el primero existe un horror o un desprecio hacia lo femenino, en el segundo la cuestión se transforma en estructural, situando un malentendido y al amor freudiano en una zona de distribución desigual o injusta.

Por Pablo E. Chacón

Publicado en Télam
02/06/2015

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Verdades y vidas

J., perdona este escandaloso retraso en decirte algo. Ya sabes, la Navidad, la familia, etcétera.

En fin, yo creo que cualquier joven (especialmente una o un joven, pero creo que esto valdría para todo ser humano) debe buscar su verdad, aunque sea con minúsculas. Y no me refiero con esto a la tontería de una ideología política (que es por naturaleza mudable), a una visión del mundo o una orientación sexual, con la que esta época está obsesionada. Me refiero a ese tipo de experiencias o ideas primordiales, que te acompañan porque te han marcado y sin las cuales no podrías vivir (Rilke).

Puedes cambiar de opinión cuantas veces sea necesario sobre África, los niños, las mujeres, tal o cual deporte o el sexo. Pero no se debe cambiar el amor por los padres, la amistad con un amigo, la relación con el misterio del mundo como cambia el tamaño de la corbata o la minifalda.

Quizás la juventud, tenga la persona la edad que tenga, es sobre todo eso: el coraje para buscar una verdad, a contrapelo de todo el bla, bla, bla social y la vergüenza de vivir en este mundo. ¿Qué es una verdad, según Badiou? Aquello que parte el día (la semana o el año) en dos, por eso se convierte en inolvidable. Una verdad es "algo que divide a los hombres". Fuimos uno antes y somos otros después de esa experiencia, aunque nadie haya notado nada.

Así pues, mi consejo es que busques qué has de amar y qué has de odiar. Y que no obedezcas a nadie en este punto, aunque escuches con atención a los que te rodean, padres, amigos y los ídolos escogidos que te queden.

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