Algunos nombres propios

Hola, L.,

Perdona que interrumpa tu puente. Es para ordenar mis ideas en torno a tu tutoría, expuestas abruptamente el otro día, y para explicarte mi relación con G., cuya madre me ha pedido una cita... después del segundo parte que le puse a su entrañable criatura.

Primero. El ambiente general del Ramiro es normal, sin mucha diferencia con muchos otros IES del centro de Madrid. Tengo cuatro Primeros de Filosofía y dos segundos de Psicología, y todo es "normal", con toda clase de grupos, de alumnas y alumnos. Ninguno de mis grupos es perfecto. Yo mismo soy bastante imperfecto. La perfección es irreal y bastante aburrida. Primero A, sin embargo, destaca. Ha logrado destacar, en lo que se llamaba mala educación, casi desde el comienzo. Y esto lo digo después de meses y meses de aguantarme, y de probar con ellos casi de todo... Excepto cantar y bailar, que por ahora no se me da muy bien. Tu curso destaca, siento decirlo, por una desvergüenza constante, una mala educación bastante irritante, día tras día. Confieso que algunos días los dejo salir a sexta hora (miércoles o viernes) un poco antes, más que nada por hartazgo.

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Next Monday

Queridos,

Estaba agotado el otro día, pero lo pasé bien. Si me fui fue porque había quedado con B. y la cita era inaplazable.

El caso es que no dejé de pensar, por culpa del encantador R. Encantador de verdad, muy buen tipo, pero hasta su "puesta en escena" (tan barroco, tan desordenado, tantas referencias, tantos nombres)... pensé, un poco conmovido, que era la viva expresión personal de una huida de lo real, sea en versión freudiana, lacaniana o heideggeriana.

Un encanto. Pero, claro, para mí alguien dentro de la izquierda que toma distancias con Badiou... se acabó. Intelectualmente se acabó, aunque pague yo las cañas.

Y no era solo Badiou. Esa idea de que no hay un "resguardo ontológico", de que también el "en sí" hegeliano es un constructo. Por favor, baudelérame dieu, que diría Lacan. En fin, es no entender nada (lo digo con toda la ternura): no entender que el "resguardo" en Badiou, Lacan y otros, siempre ha sido encontrar el abrigo que solo puede brindar la intemperie. No entender eso, esa potencia política de la impolítica soledad común, significa empozar otra vez a la izquierda en el eterno lamento de un empoderamiento que no puede nada.

Nada más que entrar en la rotación rápida de un capitalismo que se traga todas las alternativas porque solo vive de lo que no tiene alternativa, el pánico ontológico a la negatividad real.

Habría que volver a ser radicalmente conservador en ese punto del Acontecimiento para poder aspirar a ser un poquito subversivo. Afrontar aquello que un Hegel (que R. no entiende: de "Žižek" ya ni hablo) sí afronta, si no queremos dejar al espíritu capitalista enseñorearse de toda la horizontalidad de la cobertura óntica.

En fin, me encantaría ver a R. para unas cañas. ¿Quedamos nosotros el lunes? Este era el motivo de este largo rodeo. Estaré el fin de semana en Galicia, pero vuelvo el domingo.

Un abrazo fuerte y hasta pronto,

Ignacio

Madrid, 14 de febrero de 2019


Estimados señores

Es difícil explicar en pocas palabras la personalidad, las habilidades y la capacidad de la alumna L. B. C. Digamos que, en primer lugar, su forma de estar presente, su modo de ser atenta, seria o sonriente (no es fácil olvidar su perspicacia para algunas ironías filosóficas), la hacía destacar de un grupo de estudiantes buenos, pero no siempre tan educados y entregados.

Se trata de una alumna que, incluso en medio de los mejores niveles de excelencia, no tiene fácil comparación. Su inteligencia rápida para captar los matices de los temas (a veces, en filosofía, muy difíciles), su nivel de comprensión, participación y expresión, la hacían visible día tras día.

Incluso cuando estaba, digamos, invisible: ahí, quieta en la tercera fila, escuchaba con una fijeza a la que uno no está acostumbrado.

He de insistir sobre esto entre estudiantes caracterizados por un buen nivel de comprensión y comportamiento. Concretamente, su expresión oral y escrita es de lo mejor que he conocido en mi ya larga carrera docente.

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El fiasco evolutivo

Querido Teixo maior,

Me alegra que andes mejor, que eso (que se veía venir) se esté encajando... Paso al tema de hoy. Muy, pero que muy distinto a mi anterior ÉticaLluvia oblicua, como supondrás, va de otra cosa muy distinta a la ciencia. Aunque jamás, tengo que decirlo con alegría, hice tantas incursiones en la ciencia, sobre todo Física y Matemáticas.

Con respecto a la Evolución, un tema recurrente en mí, ya está escrito algo en el libro. Pero debería decir más. Te usaré como ensayo. Aunque parezca muy seguro, no lo estoy en los detalles. Por favor, ayúdame. Ahí voy, sin mucho orden:

-La vida común, la tuya y la mía, la de mi gato, no sabe nada de evolución. Tampoco de teorías (y yo las adoro, a todas). Vivo, meo, pienso, amo, odio, como, duermo, cago, muero todos los días... Igual que hace 10000 años, igual que mi gato (si lo tuviese). La Teoría de la Evolución, más incluso que otras teorías, es algo (hablo más de su efecto cultural) de cierta elite de intelectuales... que no siempre están en la tierra. Parece otra creencia más, que se ha convertido en vulgata (como en su momento el marxismo), dentro de las miles que ha habido.

-Pero curiosamente, a diferencia del cristianismo o el islam, una teoría y creencia propia una pequeña secta: ¿cien, doscientos millones de personas que "cortan el bacalao" en veinte países avanzados? Curioso. La teoría de la evolución ha triunfado entre una selecta minoría que odia la Tierra, que le da asco y nunca la pisa... aunque sean ecologistas. Viven en rascacielos y grandes urbes; viajan en coches caros con aire climatizado; hacen turismo de hotel en hotel, de metrópoli en metrópoli... Y sobre todo, siente temor (por no decir repulsión) ante la masa parda de una humanidad pobre, miserable, peligrosa.

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Sensibilidad y dureza

Querida C.,

Te envío primero algunos temas de debate que preparé para diversos cursos. No sé si alguno de ellos lo discutimos en clase. Después me extiendo un poco sobre tus tres preguntas.

 

Cuanto más baja el corazón a sentir cómo las cosas sufren, más tiene que "subir" y armarse la cabeza. De otro modo la sensibilidad nos devora, nos hunde un poco, con las consecuencias personales conocidas: desaliento, cansancio, timidez, temores paralizantes, inestabilidad, tristeza, hipocondría... Y también, claro, cierta impotencia ante el curso de las cosas y la "ferocidad" de los que mandan, sea en clase, en las redes o en el espectáculo social. Si dejamos sin armar el corazón, si dejamos desarmada una sensibilidad que no nos deja abandonar moralmente nada, eso nos convierte en "marginales". Porque entonces arrastramos demasiado peso y no podemos competir con la fría actitud de selección, la ligereza que ejercen los otros, los duros de corazón.

En realidad el que es sensible, el tímido de corazón que siente el tormento de lo pequeño, es el único que tiene derecho a ser "violento": para protegerse a sí mismo y proteger a los que ama, con frecuencia tan débiles como él. Si el sensible es tan "pacifista" que no puede frenar a los poderosos (que están armados con una indiferencia que les hace resolutivos y estrategas, bajo cualquier ideología) deja el mundo en manos de los de siempre, que mandan porque se limitan a sobrevolar, sin comprometerse con nada ni mirar de frente a nadie.

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