Vergüenza imterminable

Buenos días, querida,

Es preciosa la imagen de tu misteriosa noche oaxaqueña. Antes de irme a Candeleda (Ávila) pongo en orden mis impresiones sobre este penoso asunto catalán. No sé si habrá en los últimos años un precedente hispanoamericano de tanta infamia. Empieza a ser ya insufrible abrir los telediarios y ver cómo día tras día le dedican la mitad del espacio al manido tema, mientras los líderes catalanes del separatismo, que en una democracia normal ya estarían en la cárcel, siguen bajo los focos con distintas ocurrencias, sonriendo a las cámaras y concediendo entrevistas por todas partes. La inacción, la debilidad mental de este gobierno -continuador, en este aspecto, de los anteriores- es la gran baza del separatismo, a la vez que alimenta las dudas y la perplejidad de medio mundo que nos contempla.

A pesar de que tal vez no es el más cobarde ni el más inepto de nuestros líderes, a Rajoy siempre le ha salido bien dejar que los temas se pudran para presentarse al final con una solución cómoda y tibia, de mínimo esfuerzo. El problema es que Cataluña no es una cuestión cualquiera, pues España está hoy amenazada como no lo ha estado nunca en ninguna aventura golpista del pasado. Lo grave es que el vergonzoso silencio de Rajoy está protegido por la más auténtica corrupción española, esa que, de la derecha a la extrema izquierda, consiste en la ausencia del más mínimo sentido de estado. Ése es el trasfondo político que facilita que después tantos líderes, de todos los partidos, se hagan millonarios a costa del dinero público. Pero esto último, tal vez como en México, no se produciría sin una timidez patológica que nos impide ser una nación moderna, sin complejos a la hora de pisar con autoridad en la dureza de la arena internacional.

Algunos pasamos desde hace meses una vergüenza interminable ante esta debilidad anímica del estado. ¿Cobardía española? Tal vez habría que emplear otra palabra, pero los que hemos estado más de una vez en las cárceles de Franco, y llevamos cuarenta años luchando por una nación más democrática, estamos más que hartos de la situación actual, en la que poco a poco nos han metido los dos grandes partidos. Después de décadas en las que el PP y el PSOE han dejado hacer al catalanismo a sus anchas, incluido una marginación sistemática del castellano y un lavado de cerebro que ha adoctrinado a los niños en la falsificación de la historia, en el victimismo de Cataluña y el odio a todo lo español, asistimos desde hace meses a una ofensiva descarada de una mafia de violadores de la convivencia y a la tibieza sorprendente de un partido que se dice popular y español.

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Universo judío

Perdona el escandaloso retrato, F., es que últimamente no paro. Pero la verdad es que sí, que hay muchos puentes entre Ética del desorden y el universo judío.

Aunque mi libro quiere ser muy cosmopolita, y creo que el planeta entero aparece en él, una de las invariantes que configura su fondo es la tradición judeocristiana, tamizando todas las incursiones que se hacen en la filosofía. Y en particular, en cuanto a mi querido Nietzsche, en cierta evolución silenciosa -en mi filosofía- de la figura del León a la del Niño. A todo mi libro le recorre la importancia de lo pequeño (David), la épica de cierta dulzura capaz de "vencer" a lo grande.

También es constante en Ética del desorden la tierra como "promesa" que nunca se logra del todo, en una inacabable trascendencia. Así como la errancia de unos "elegidos" que, para ser fieles a la Ley, han de peregrinar sin descanso, buscando la ley en el advenir incesante de lo contingente. Etcétera.

Todo este bagaje judeocristiano quizás desemboca en la importancia central en mi libro de la figura y el pensamiento de Walter Benjamin y su amigo Scholem, de un tiempo mesiánico, mínimo en magnitud y máximo en dignidad, que surge a través de la historia y la rehace. Hablo del relámpago del Jeztzeit, ese instante que abre una puerta por la que siempre podría entrar el Mesías. Benjamin y Agamben (El tiempo que resta) redimen el tiempo desde dentro del tiempo. Fíjate por ejemplo en este fragmento de mi libro: "Recordemos el fragmento de I Cor 7, 29: el tiempo es breve. La contracción del tiempo, una recapitulación vertiginosa que relaciona cada instante inmediatamente con Dios -unmittelbar zu Gott, dice Benjamin-, es la situación mesiánica por excelencia. Pero a la vez es el único tiempo real. Entonces, un entonces que en cada caso tiene su tiempo, se cumplirá la fórmula mágica de un monismo que se iguala a un pluralismo, de una Idea que se multiplica por las cosas. Entonces Dios será todo en todos (I Cor 15, 28). 'Por la economía de la plenitud (pléroma) de los tiempos todas las cosas se recapitulan en el mesías, tanto las celestes como las terrestres'" (Ef 1, 10).

Espero que estas líneas improvisadas, y este pequeño fragmento de un libro enorme, te sirvan. Un saludo.

Madrid, 6 de octubre de 2017


Breves imágenes, largos sentimientos

Gracias, O. A pesar de mi venerable edad, como "caballero español" del siglo XXI comprenderás que tenga una percepción distinta a la tuya del tono de estos días.

Yo también he escuchado demasiados tópicos, que no me creo, del lado de la derecha españolista, de la izquierda "radical" y del catalanismo. Creo que los errores del estado español -muy graves- han sido otros, completamente ajenos al franquismo y al PP. Es una lástima que un Pablo Iglesias o una Ada Colau, entre otros, no tengan ni la más remota idea al respecto.

O sea que, ocurra lo que ocurra, no tengo demasiadas razones para estar eufórico. Más bien me deprime la convicción de muchos otros, sin que yo pretenda tampoco ninguna equidistancia papal. Pero no quiero discutir ahora, y menos contigo. Cruzando los dedos para que no ocurra ninguna desgracia, vamos a esperar al 3 o 4 de octubre para hablar de este asunto con un poco más de calma. O no hablar. Al fin y al cabo es un asunto más, entre otros, aunque a mí me tenga un poco deprimido.

No te quise contestar a aquel inteligente y envenenado vídeo que me mandaste porque también había otros muy distintos, a veces inteligentes y siempre envenenados, y no respondí a ninguno de ellos.

Estoy infinitamente harto de toda esta historia, que por mí nunca habría ocurrido. Aunque coyunturalmente esté ahora con la posición estatal y constitucionalista, en sus distintas ideologías políticas, necesito tiempo. Para empezar, necesito tiempo para saber si un país que amo, Cataluña, debo considerarlo -sin dramatizar- exterior al mío o no.

Probablemente no cambiará nada importante, incluso en lo "político". Desde luego entre amigos, sea lo que sea, no va a cambiar nada.

Un abrazo fuerte, gracias por tu bonhomía que traspasa fronteras, y hasta muy pronto.

Madrid, 30 de septiembre de 2017


Cuerpos reales, sufrimiento incontable

Estimado A.,

Llevo diez escasos días en el centro con, digamos, 130 alumnos nuevos de bachillerato, y 90 de la ESO. En total, unos cuantos, y con una materia profundamente analógica (filosofía y valores éticos). La verdad, mi preocupación ahora no es el Blinklearning, ni ningún tipo de educación o aprendizaje a distancia. Es más, achaco a las distancias siderales que ha impuesto la tecnología numérica unas dificultades añadidas de explicación y escucha, de encuentro real entre alumnos y profesor (por no hablar de la degradación de la ortografía), que cada año encuentro más acusadas. Posiblemente soy un reaccionario, pero lo que siento es una acuciante dificultad de comunicación in situ. Esas 220 caras abstractas y yo nos estamos conociendo y midiendo, palmo a palmo.

Tengo un correo estupendo que por ahora no pienso usar, ni ese ni ninguno. No sé lo que es el learning a través del blink. Mi obsesión es otra. Esto volcado en conocer a mis alumnos (no he conseguido ni las fotos: ¿un problema tecnológico?) y en lograr un encuentro analógico día a día, siempre con más de cien alumnos.

No acabo de entender qué pinta la tecnología en estas urgencias reales, aparte de una dificultad añadida. Por ejemplo, en mis dos Primeros de la Eso, las famosas tablets son por lo pronto una fuente constante de distracción, de frivolidad y abandono de las tareas escolares.

Dejadme por favor que me haga con los cursos, en este centro tan clásico, y ya pensaré más tarde en las conexiones a distancia. ¿Es mucho pedir? Mientras tanto, no estaría nada mal que una persona, no una máquina, me intentase ayudar con un Primero de la ESO "mutante" (Dios les bendiga) que tengo a última hora del jueves y viernes. La sesión del viernes es sencillamente inolvidable. ¿Se nos puede ocurrir alguna tecnología, además de una paciencia y un humor infinitos, que me ayude en ese encuentro con jóvenes bastante "especiales" de carne y hueso?

En cuanto resuelva o encare esa urgencia real, con personas, intentaré entender qué se me pide además en el campo de esos cien espectros virtuales que están de moda.

Pero lo mejor sería conocerse en persona, A., analógicamente. Gracias mientras tanto por tu paciencia y un saludo muy cordial, también analógico.

Madrid, 27 de septiembre de 2017


Los hombres no paran de hablar, la tierra calla

Querido J., me da un poco de vergüenza hablar de algo que he vivido a distancia, sin mancharme directamente con la sangre y las lágrimas de seres humanos que no habían hecho nada para merecer esto. Pero he de decir que un "sismo" -así se dice en México- es un epítome de lo que puede ocurrir todos los días, aunque en ello no perdamos un solo hijo y nuestra casa no se derrumbe. Lo cierto es que sin catástrofes, sin la experiencia del dolor y los límites, no habría comunidad humana. Ya nacer -dicen- es traumático. Pensemos además en las catástrofes diarias que necesitamos para despertar y salir de nuestra duermevela de seguridad. ¿No es la seguridad nuestra auténtica y primera catástrofe, cristalizando nuestro autismo ante el prójimo? ¿La tierra tiembla para que recordemos que en todo lo fundamental -el suelo- el tiempo no pasa y el hombre sigue, para bien y para mal, en idéntico desamparo, pegado a la supervivencia?

El famoso "silencio de Dios" es una metáfora del silencio de lo real. Como la necesidad de las cosas -su causalidad- es infinita, resulta incalculable para toda medición humana, sea científica o técnica. En el México de hoy es también significativo el silencio de la ciencia. Pero aún, su parloteo, cuando no tiene apenas nada que decir en cuanto a una predicción real. ¿Es posible entonces que el silencio de la Tierra, su temblor impredecible, sea algo que necesita el blablabla mundano, que no cesa de confundir a los humanos?

Por lo pronto, aunque es una triste ganancia, gracias a esta desgracia México por fin no se ha avergonzado de sí mismo. Ha encontrado una amplia comunidad desinteresada e incluso ha visto cómo algún político parecía un hombre de carne y hueso. Es un precio muy caro, de acuerdo, el que los mexicanos han pagado por esta recuperación antropológica. Pero no está en nuestra mano elegir el curso de formación que necesitamos para seguir siendo humanos. Sea lo que sea el manido cambio climático, la tierra sigue siendo indiferente frente a nosotros, soberana ante nuestra gloriosa historia e inescrutable desde ella. Es posible que esto consiga que la nación mexicana vuelva a ser un poco más sureña, menos fascinada por el modelo de autista opulencia que le han inyectado los rubios elegidos del norte.

Madrid, 24 de septiembre de 2017