Estos veranos de la sombra

Querida I.,

¿Cómo estás, qué tal encontraste a tu madre, a tus amigos y tu país, a la vuelta de esta enésima semana en Galicia? Tu paso por aquí fue otra bocanada de aire fresco. Nunca dejará de asombrarme la facilidad que tienes para conectar con mis amigos -incluso cinco a la vez- y con mi familia, siendo sencillamente una más. Como de casa, desde siempre.

Por mi parte, no sé si me viste distinto. Yo me encontré básicamente, ante ti, siendo el mismo hombre de siempre, alguien -ya un poco mayor- que "todavía" no se gusta a sí mismo. Adulto, pero bromista; capaz de reflexionar en serio, pero conservando a la vez el niño que somos por dentro, ese pequeño que necesitamos para no ser definitivamente abominables.

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como te decía

Hola, A.,

Como te decía, gracias por escribir. Pero, ¿no mezclas demasiadas cosas en esas no tan vagas ideas que te "han salido"? La bondad de enfrentarse a la cultura-apisonadora con cierta caricatura de toda resistencia: el chamanismo celta, la doctrina de Cristo guardada por la Inquisición, el linchamiento a navajazos, etc.

Entre la España cañí y rancia, que yo también odio (incluso en su versión gallega), y la estupidez global debe haber un amplio campo de maniobra. ¿O no? Si no, no hay nada que hacer: ¿o vestir peineta o escuchar a Lady Ga-Ga y Tarantino? Entiendo que el mundo contemporáneo es estúpido y uniforme, como todos, pero no puede serlo tanto, tiene que haber más opciones.

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esta simpática violencia capilar‏

No, querida, no me molesta nada. Todo lo contrario, me parece muy bien. La verdad es que, debido tal vez a mi amplia experiencia sexual (je, je), no, no le concedo a la diferencia genérica ninguna entidad significativa, ni ontológica, ni política ni antropológicamente. Sólo social, escénica, y esto para mí es epidérmico, ocasional; también muy engañoso.

Creo que todas las culturas de nuestro entorno, la angloamericana, la centroeuropea y la euro-latina (incluyamos aquí a la querida Francia), han pasado gradualmente una mutación perversa desde la geometría rígida del clásico poder patriarcal, ese rompeolas autoritario y vociferante que frenaba nuestra vitalidad, a una forma de poder "uterino" (perdón por la expresión) que tiende más a la colaboración, la ayuda y la sonrisa sexy de la tabla de surf.

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Últimas banalidades del mal

Perdona mi "desencanto" de ayer, un poco agrio. Perdona también si fui un poco mordaz contigo. Eres una santa, cariño, al menos conmigo.

Además de esa hora tardía y el cansancio consiguiente, ocurre que me había pasado el día "interactuando" con muchos personajes, o sea, rebotando entre "Ivonnes", "Abelardos" y "Toñitos". En resumidas cuentas, entre gente que no tiene ni alma ni sangre en las venas. Personas que ni te quieren ni te odian. Ni siquiera te odian.

Simplemente te utilizan, aprovechando tu primaria buena fe. Y a veces ni siquiera eso, ni siquiera "te utilizan" expresa o directamente. Solamente te usan como rumor de fondo para confirmar su narcisismo y la cantidad de "seguidores" que tienen.

A veces pienso que he logrado una mezcla letalmente explosiva de ingenuidad y ambición. Quiero decir, una mezcla mortal de generosidad y, a la vez, ambición de presencia. Esa mezcla es posiblemente letal, condenada necesariamente al fracaso, pues no ha llevado a otro lugar que a la inexistencia. En el limbo de zombis en el que vivimos, nadie sabe conmigo qué pretendo, desde qué tribu hablo y para qué tribu hablo.

Esto es de lo más grave en mi caso: negarse a pertenecer a ninguna tribu. Mis explosiones imprevistas de cólera tienen que ver con la impotencia que provoca ese campo indefinido, perpetuamente indeciso. Mis explosiones extemporáneas de erotismo desmedido, incluso con la serie de pornografía consiguiente, también tiene que ver con esa impotencia profunda y la necesidad intuida de encontrar cuerpos y almas, por algún lado.

No te preocupes, mi amor, hoy será otro día.

Sabes cómo te quiero. Besos,

Ignacio

Madrid, 24 de junio de 2016


fluidez armada

¿En qué lengua habla el poder de la liquidación global?

Supongamos el eco de una estupenda mesa entre amigos, el vino, una conversación y sus barrios conceptuales. Curiosamente, tintinea después un signo minúsculo, Byung-Chul Han. Este pensador tiene muchos defectos: se repite con frecuencia, simplifica a veces, no siempre cita las fuentes de las que bebe, parece empeñado en tomar distancias con los nombres propios -Deleuze, Foucault, Agamben- que a la vez vampiriza. Sin embargo, algún defecto que se le suele achacar -sólo hacer crítica y "no dar alternativas"- no lo puede tener.

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