limbos cualquiera

Querido R.,

Eres de una probidad y de un encanto personal inusuales. Nada más leer tu correo, ayer, me sentí inmediatamente culpable.

Solamente me quejaba de que mis amigos de la Universidad, de distintas facultades, no me invitan jamás a nada. Posiblemente no tengo derecho a quejare, a la vista de mi estrategia ontológica: ya sólo Votos de riqueza o, sobre todo, Sociedad y barbarie son suficientes documentos para mi exclusión. Pero solamente era eso, constatar una especie de inexistencia académica. No debí, probablemente, dirigir precisamente a ti ese correo. Es como si la institución, además de constatar el pecado mortal (quizás por falta de perseverancia y méritos) de no pertenecer a ella, me considerase ininteligible o peligroso.

La izquierda de la Universidad, cuando entiende algo de lo que digo, debe considerarme sospechoso (fuera de la Filosofía de la Sospecha oficial, quiero decir) o demasiado maximalista. La derecha académica, si existe, debe considerarme apocalíptico, poco útil, o demasiado próximo a los fundamentalismos del exterior.

Me lo decía un amigo de El País a propósito de aquel artículo llamado Hispanidad, ¿recuerdas? Me dijo algo así como que estaba muy bien, que era muy sugerente y decía cosas originales, pero que tenía el enorme problema de que no se sabía desde qué y para cuál de las distintas tribus políticas hablaba. ¿Resultado? Que en un país tan jerarquizado y católico como éste, aunque sea por la izquierda, nadie se podía hacer cargo de mi mensaje. Que además (otro pecado mortal) no tenía una rentabilidad política inmediata o reconocible. Para más Inri, la pescadilla que se muerde la cola, venía avalado por el desierto de ninguna autoridad institucional.

Por suerte para él, el caso de mi querido J. Á. no tiene nada que ver. Es un ilustrado muy inteligente y enseguida se reconoce un aire de familia con el "kantismo" que circula. No es mi caso. Y digo esto, te lo juro, sin ningún asomo de rencor o ironía. Todo lo contrario, con un profundo respeto y admiración, igual que el que mantengo hacia nuestro común amigo A. L.

Querido R., como sugieres, no puedo quejarme. Soy libre de todo tipo de servidumbres gremiales, con tiempo para pensar y escribir libremente. Sólo que, a veces, echo de menos que algún amigo de aquí o allá se acuerde un poco más de mí. Seguro que en el congreso sobre Foucault había más de un nombre que valía la pena escuchar, no sólo tú o V., pero no me sentí especialmente invitado.

Tal vez debo ser menos orgulloso y acudir a escuchar e intervenir, para que se me vea.

Como te decía, he estado abducido demasiado tiempo por proyectos de largo alcance. Ahora eso, felizmente, está concluido, algunos en muy buen puerto. Así que no me molestaría nada que nos invitásemos mutuamente a lo que organicemos. Lo primero que tenemos que hacer, creo, es encontrarnos con una cerveza o un whisky delante. Intercambiaremos "cromos" de la situación, nos reiremos un rato y podíamos trazar algunas líneas estratégicas para intentar que Madrid sea un poco menos aburrido.

¿Te parece? Mi teléfono lo tienes ya. Déjame el tuyo y nos damos un toque un día para encontrar una esquina anómala desde la cual tener otra perspectiva.

Un abrazo fuerte, de verdad, y perdona mi tono, a veces excesivamente dionisíaco y celtic,

Ignacio

Madrid, 9 de mayo de 2016


Sancho en el Drina

"Pero en la kapia, sitiada entre el cielo, el río y las montañas, las generaciones sucesivas aprendieron a no afligirse en exceso por lo que llevaban consigo las aguas turbias del Drina. Allí aprendieron adoptar la filosofía inconsciente de la pequeña ciudad: la vida es un milagro incomprensible; se gasta y se diluye sin cesar y, no obstante, dura y permanece sólidamente, como el puente sobre el Drina".

 

El nombre de Sancho no figura aquí exactamente como un capricho. Cervantes inaugura la novela moderna no tanto acaso con una crítica de los libros de caballerías como con otra épica, una nueva "caballería" donde, entrando en el lenguaje popular del sufrimiento y el humor, muestra lo extraño que es el mundo para un hombre armado solamente de su corazón. Bajo toda fama, bordeando lo innombrable de una vida para siempre sumergida, Sancho y su señor son cualquiera, cualquier de nosotros en cuanto no es susceptible de reconocimiento.

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espectros de Europa

"Vemos aquí cómo el solipsismo coincide con el puro realismo. El yo del solipsismo se reduce a un punto inextenso y queda la realidad coordinada con él" (Tractatus, 5.64).

 

Es cierto que el Tractatus defiende la idea de que el lenguaje es una especie de figura o imagen del mundo, que lo duplica. La "teoría figurativa del lenguaje" afirma efectivamente que el lenguaje es una especie de mapa del territorio que sería el mundo. Pero en ningún lado Wittgenstein afirma que sea posible tocar cosas o hechos en estado puro, sin signo, no "contaminadas" por el lenguaje. De hecho, la distinción entre cosas y hechos ya indica que en el mundo sólo podemos vivir una configuración que relaciona varias cosas entre sí: o sea, signos, lenguaje.

 

La lógica llena el mundo; los límites del mundo son también sus límites. Pero si la lógica "llena el mundo" (Tractatus, 5.61) el lenguaje también llena el mundo. No existe entonces un metalenguaje, un lenguaje lógicamente perfecto que nos permita escapar a las ambigüedades del mundo-lenguaje natural. Así pues, la "teoría figurativa", donde el lenguaje duplica el mundo como un mapa, no deja ningún resquicio para que podamos observar la lógica del mundo desde fuera y podamos afirmar, sin más, una teoría representacional del lenguaje en la cual habría cosas sin palabras y palabras sin cosas, donde aquéllas representarían a éstas.

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The Postmodern Pioneer Plaque

Trasversal en relación a nuestra sacrosanta "transversalidad", el corto de Boris Kozlov es, de una manera algo perversa, espectacular. No sería extraño que acabase triunfando. Con la disculpa de la placa de aluminio que C. Sagan consiguió poner en órbita, se trata de un irreverente trabajo audiovisual sobre nuestra histeria en torno a la multiplicidad. El motivo de fondo de Kozlov podría ser esta droga obligatoria del reemplazo perpetuo, del deslizamiento sin fin, de la pluralidad infinita cuya meta es, en última instancia, la huida espacial, la pantalla "en nieve" de una vida extraterrestre.

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servidor en el limbo

Querido R.,

No te preocupes por lo de hoy. Aunque seamos siete personas, lo pasaremos bien: intentaré encargarme de eso. Lo que resulta un poco asombrosos es lo otro que me cuentas de ese Congreso que estás organizando. Es un poco asombroso que entre tantos nombres, muchos de ellos desconocidos, a nadie, tampoco a ti, se le ocurra invitarme. Como si uno no llevara años trabajando sobre Foucault y Deleuze.

Pero lo mismo pasaría si el tema fuera Nietzsche, Heidegger o Benjamin. En fin, no sé si nunca se me invita porque no estoy en la Universidad o no estoy en la Universidad, justamente, por la manera en que pienso y escribo, también sobre Foucault. Sea como sea, no es solamente que yo esté un poco "desaparecido" (porque, entre otras cosas, me he cansado de tirar del carro, organizando eventos sin que después nadie me devuelva la invitación) sino que además muchos amigos me han hecho desaparecer.

Comprendo que mi pensamiento, si alguien se acercó él, es incómodo: por ejemplo, mi libro sobre Marx ("Sociedad y barbarie"), donde se habla mucho de Foucault. Pero, no sé, justificar este cerco de silencio que a veces siento, aun sin tener en gran estima a la Universidad, en fin, parece más bien espectacular y recuerda tiempos siniestros.

No te lo tomes a mal, querido R., porque además no va sobre todo contigo. Hay bastantes profesores que me conocen mucho antes que tú y nunca han hecho ninguna seña ni devuelto ningún gesto.

No importa, hoy, mañana y pasado, uno sigue muy ocupado. Y me imagino que es un signo inevitable, tal como pienso, que un ente tan endogámico como la Universidad madrileña me ignore olímpicamente.

No creo que pueda pasarme por el Congreso: estoy muy ocupado y tampoco me parece particularmente apasionante. A ver entonces si encontramos una tarde para tomar unas copas y reírnos un rato, aunque no sea al estilo de Zizek.

Un fuerte abrazo,

Ignacio

Madrid, 5 de mayo de 2016