vosotros

Hola, G.,

 

Te escribo para pedirte disculpas por el tono de antes, quizás un poco "hiriente" o estresante, no sé. Me había levantado a las 5 de la mañana, etc., etc. Pero el caso es que, lo sabes, me molestaron un poco tus continuos comentarios, que afortunadamente no llegué a oír (sólo veía cómo te girabas continuamente). Sigo apreciando en ti, y en tu grupo musical, una curiosa incapacidad para escuchar y mirar antes de tener ya algún comentario preparado.

 

No sé si es que yo soy especialmente "empático", como dijiste un día, o es que vosotros sois especialmente "des-empáticos". Tiene gracia en todo caso que, en algunos, esto (que Lenin llamaría "autosuficiencia" pequeñoburguesa") se pueda compaginar fácilmente con el socialismo militante.

 

Es una lástima. No sólo La caza es una película digna de atención y silencio. A veces uno se pregunta qué tipo de cambio van a ocurrir en la política o en el periodismo si los dos campos siguen presididos por una jerarquía donde el Yo y el Nosotros siguen cortando el bacalao.

 

Aunque no lo digo sólo por mí, sino también por el testimonio de otros profesores, no tiene mayor importancia. Disculpa de verdad si el tono de sarcasmo fue excesivo.

 

Saludos,

Ignacio

 

Madrid, 10 de marzo de 2015


tiempo al tiempo

Bueno, M., a ver. El título suena ya a lo que se pide en un partido de baloncesto: alto, necesitamos pararnos. Detenernos, debatir con nosotros mismos, tomar una decisión. Esto es en cierto modo la poesía en nuestro mundo lanzado: una percepción clandestina, un cruce de caminos, una indecisión, un alto en la carrera. Y decir después en voz alta lo que los hombres sólo se confiesan en voz baja y de madrugada.

 

Si no es un ejercicio literario de narcisismo, escribir poesía (aunque fuese mala, y no es el caso) ya expresa una voluntad de resistir la pragmática imperante de la velocidad, la presión infame del presente, por la derecha y por la izquierda. No me extraña que seas amigo de M. Á.: creo que os unen vivencias del envés, del sufrimiento del otro lado, lento, sombrío, difícilmente confesable. Aunque, desde luego, tú más mundano, menos melancólico, deseoso de mezclar las verdades con la vida cotidiana.

 

En concreto,  aparte de esta virtud per se de hacer poesía, tu libro está lleno de hallazgos, momentos qe son tan poéticos como intelectuales: "Dijo ser un hombre, / sin haber sido nunca persona" (II); "Quiere renacer en ave / cuando aún no ha muerto en hombre" (III). Y a veces en lo más sencillo: "Llega el rugido de la noche..." (VI); "Los recuerdos, como la gente, / no mueren hasta que los entierras (VII); "Mañana seré todo sin haber sido nunca" (VIII); "Combina azul y negro / con restos de aire de primavera" (IX); "Espero no ser nadie" (XI, aunque se repite en XX). Sí, a veces, lo mejor son momentos muy simples, como un fogonazo, sin literatura: "marca del invierno" (XIII); "réquiem de su acorde" (XIV); "florece entre las grietas / del maquillaje que la ata" (XV); "la rutina de su castigo" (XXVII).

 

Al final de mi juventud: sí, también esto es la sabiduría: hacerse viejo prematuramente para después, de mayor, poder ser jovial. Estos y otros momentos recuerdan una verdad muy sencilla. La poesía no debe retroceder ante el reto del sentido común, la llaneza de lo vulgar. No creo que deba buscar un mundo aparte, a salvo. No debe ser tampoco el adorno excepcional de la prosa del día, un lujo de fin de semana. La poesía es la verdad del mundo, por eso debe ser precisa, mucho más que la ciencia: con la precisión de lo imperfecto e irregular, de lo que está mezclado con la muerte y el no saber diario.

 

Un consejo. Evita los tópicos poéticos: la palabra arder, las alusiones a la melancolía, a la noche y al sufrimiento infinito de los que caminamos por el "otro lado". Etcétera. O sea, el romanticismo fácil. Existe un libro precioso de Rilke, Cartas a un joven poeta, que lo dice todo acerca de la poesía y lo que ésta pone en juego. Por ejemplo, cuando el joven poeta le pregunta a Rilke cómo saber si sus poemas son buenos, Rilke sólo le contesta: "Pregúntese si podría no hacerlos, pregúntese si podría vivir sin escribirlos". Es decir, más que ninguna otra cosa, la poesía ha de nacer de una extrema necesidad, de un hambre de sentido que otros (protegidos por un día sin noche) no tienen.

 

En este aspecto, no sé si en Tiempo hay más la voluntad de la poesía que su realización... Pero no sería un defecto grave. No sé si sobran palabras, si sobra "lenguaje poético", a veces metáforas forzadas o lecturas rápidas... Es un defecto muy típico de un inicio que falte simplicidad, experiencia, barbarie común... y sobre literatura. Por ejemplo, en esas figuras demasiado literarias o forzadas, un ejercicio preciosista de palabras que oculta el ritmo, o la belleza, o el sentido: en V, desde "La bruma" hasta "estilográfica", ¿qué quiere decir ese fragmento, a qué experiencia obedece? O "tiempo ambiguo y descarado" o "Abanico de colores y creencias arde en llamas del desierto" (VIII). O "endureció, contra el luto / de un cadáver educado" (XIII). O "perpetra la tumba de su vejez" (XXVI). Cuidado con toso eso donde la "poesía" tapa a la palabra. La institución poética, como tradición y cultura, no puede tapar la síntesis de la palabra apretada a una vivencia. Esto no quiere decir, claro, que la poesía no pueda ser oscura: pero sólo si la vivencia lo es.

 

A veces podría faltar la ley de gravedad exterior al lenguaje, la dureza de las afueras no literarias. Pero no está nada mal, estás empezando. Sólo una última cosa, que me importa. Un pensador del pasado siglo dijo un día que la industria salva las cosas añadiendo un sustancia que altera el original. Conserva al precio de envenenar. El arte y la poesía salvan las cosas entregándolas a su perdición, dejándolas caer para hacerlas flotar en la misma caída, desamparo, soledad.

 

Esa es la idea, levantar un vuelo, un modo de dicha y de lenguaje, que venga de la misma grave realidad, de su inevitable condena. Creo que, teniendo en cuenta esta vara de medir, no vas nada mal.

 

Ánimo y adelante. Abrazos,

Ignacio

 

Madrid, 9 de marzo de 2015

 

 


las palabras en las cosas

Muchas gracias, P., y perdona la tardanza en contestar. Sí, es posible que la adoración por el impacto del acontecimiento, ese genial simulacro en alta definición del evento real, sea la tecnología punta que utilizamos para apartarnos de lo real.

 

Tampoco estamos en desacuerdo en que la ambivalencia salvífica (que nos salvaría de tanta salvación inyectada) está en las palabras,  en las cosas envueltas por palabras, en las palabras que convocan a las cosas. Precisamente una de las diferencias entre lo real que algunos defendemos y la realidad que nos vende el espectáculo es que lo primero implica al verbo (a ese verbo que "era en el principio") y el impacto que nos vende el simulacro desaloja a la vez las palabras y las cosas, sustituyendo al aura de la presencia, su palabra interior, por el impacto encadenado, con efectos especiales y en 3D.

 

Llevo años trabajando en esto, pero requería unas cuantas líneas. La tierra, la existencia, es algo que se encuentra al otro lado de la palabra, en la consumación (poética o común) del lenguaje. Si nos falta tierra y territorio, y yo creo que nos falta, es porque nos faltan a la vez palabras que le den sentido a la tierra. A cambio, tenemos efectos especiales... Es cierto que no hay hechos sin lenguaje y el pragmatismo que nos vende tanto hecho pretendidamente rotundo e indiscutible nos está vendiendo a la vez palabras castradas, que se adaptan a la corteza de lo visible.

 

Pero sí que hay una posible diferencia, que no tendría por qué haber... o que tal vez es un equívoco de lenguaje. La tierra sí existe: es un absoluto en el que nacemos, amamos, morimos y nos entierran. Mucho antes de eso, podemos tropezar y sangrar en cualquier roca. La exterioridad terrenal no es un invento nuestro, sino de la palabra que no es nuestra, la palabra que tiene lo más lejano dentro. La palabra, que está en el principio en las cosas mismas, sostiene la exterioridad del mundo.

 

La tierra sólo es la encarnación geográfica de la palabra, una palabra que también es cuerpo y cosa. Cosas y palabras son dos caras de la misma moneda, dos atributos de la misma sustancia. Y desde luego, el lenguaje no es del hombre. Por eso nos pasamos la vida descubriéndolo y reviviendo el mundo en las palabras. La primera lengua no es la materna, sino una corriente de silencio, sonidos y ecos quebrados que está en los entresijos de cualquier lenguaje. De hecho, quien habla bien una lengua (y hoy encontramos muchos charlatanes y muy poco oradores) es porque tiene buena relación con sus grietas, ese silencio terrenal del cual se alimenta todo lenguaje.

 

Estos días he pensado que hasta lo "arbitrario" (Saussure) del signo, noción que es inseparable de una lingüística que separa el lenguaje humano de las cosas sin lenguaje; quiero decir, ese aparente absurdo de llamarle silla a algo que podía llamarse de otro modo (que de hecho se llama de muchos otros modos), es un signo de la extrañeza de las cosas, del hecho de que los sólidos descansan en lo más inane del mundo, llámesele a eso palabra o pensamiento.

 

Bueno, gracias por iniciar esto. Pero es para tomarse unas cañas. Hoy o mañana te llegará una convocatoria que puede estar muy bien: hablo con una monja zen este viernes. Me encantaría vernos por allí y que además difundas la convocatoria.

 

Hablamos,

Ignacio

 

Madrid, 9 de marzo de 2011


lo que siempre cae

Querido, "la que está cayendo" es una frase que se podía decir hace también 150 años. Y mucho antes. No vamos a guiarnos ahora por el impresionismo del índice de paro, de desahucios y de lo que en términos económico-capitalistas se llama crisis. La crisis, como forma de gobernar y gestionar, nunca ha dejado de estar ahí.

 

En la charla del viernes va a haber una atención constante a la crueldad del presente y, por lo mismo, dado que al menos uno de la mesa no es periodista ni político, a lo intemporal de esa crueldad.

 

Pero me parece bien, mejor ninguna imagen. No la necesitamos. Llámame a casa después de las 18h o al móvil en cualquier momento de la tarde.

 

Abrazos,

Ignacio

 

Madrid, 8 de marzo de 2015


a ver

Querido E.

 

Acabas de decirme en el contestador que no hay prisa, por lo tanto (dada mi fe en ti) yo ahora no tengo ninguna. Pero la imagen, Rápido de Arca, ya no se puede cambiar. Me costó Dios y ayuda que D. y su amigo cambiasen otra imagen anterior, más blanda. Ni de coña le digo yo ahora que cambien este cartel que te enviamos ya hace días. Y menos aún con nuestras putas efigies. Estoy harto de mi jeta y ella, espero, de la suya.

 

Además, el tema es impersonal, mundial. Y la imagen no es blanda, o no del todo. Transmite un momento heroico de los 60', que creo que no hemos superado. Y no sólo hay una chica con una flor. Hay también varones con fusiles. Yo estoy con ambas partes y tengo buena relación con los fusiles, ya verás. Me encargaré de que la charla no sea precisamente (o únicamente) pacifista. Ni demasiado espiritual, descuida.

 

Pero la cosa es lo que es, tal como te envié en aquel correo de hace días. Para bien o para mal, esa tarde no me acompaña ni A. S. ni S. C. Ni siquiera sé muy bien quién me acompaña: el miércoles lo sabré porque mi ex-alumno y yo cenamos con ella. ¿Quieres venir?

 

B. debe ser una mujer bastante especial, y hasta importante (creo que más que yo). Pero yo hace años que no hago la cama a nadie. Así que, siendo muy educado, no me voy a cortar un pelo. Creo que debemos estar nosotros dos solos en la mesa: su compromiso es conmigo y ya es suficientemente compleja esta "pareja". Yo empezaré a hablar (diez minutos iniciales cada uno) y te juro que no seré ni muy blandito ni muy facilito.

 

Creo que debo evitar dos peligros... que el miércoles (al conocerla) matizaré. Uno: estoy obligado a hablar claro y a tender puentes, a ser educado y dialogante, sin tensar demasiado la cuerda ni dejarla en ningún caso en ridículo (suponiendo que yo quisiera y pudiera). No podemos invitar a nadie, sea quien sea, diga lo que diga, a una encerrona. Dos: no dejar tampoco que aquello se convierta en la plataforma de publicidad de otra empresa, en una sesión para ganar adeptos. De esto, si surgiera, también me encargo yo.

 

Y además, enseguida (después de 20 o 30 minutos) intervendrá libremente el público. Lo que sí debe ocurrir (y esto no es malo) es que, aparte de alguna gente habitual del local o tus propios amigos, yo y D. nos encargamos que pise aquel sitio bastante gente que nunca ha estado. Es posible que el lugar, así debía ser, se llene. ¿Cuánta gente cabe sentada, por cierto?

 

No está mal, pensándolo bien, que la imagen sea un poco naïf. Enseguida, y cuento con tu ayuda, le recordaremos a los asistentes que el silencio también es violento y que la violencia puede tener cien caras, algunas de ellas clandestinas.

 

Vengas o no vengas el miércoles (no sé si insistirte), sí tendremos que vernos tú y yo allí. Me gustaría ver el espacio y algunos detalles.

 

Abrazos,

Ignacio

 

Madrid, 7 de marzo de 2015