peregrinatio

Hola, M.,

 

¿Todo bien? Sí, mil disculpas. Después de dos años, o más, ayer de noche leí tu Peregrinatio. El tamaño de la letra, mientras me tomaba un gin-tonic en un bar cercano, casi me destroza la vista. Pero el libro es magnífico, con memorables instantes quintaesenciados, destilados del dolor y de las nocturnas zozobras de basalto que parten el día.

 

Maravillosos pentagramas de la revelación. Esos tótems del tiempo donde soledad y amor, eternidad y abismo, son dos caras de una misma experiencia. Sí, como esos animales de luz partida, yacentes en su relicario de plumas, polvo rojo y huesos.

 

Nos queda todo, todavía. Esa luna amarilla suspendida entre las hayas, el llanto de los pájaros, la indiferencia de los reptiles. Y dos chicas en casa. Apresuradas, coléricas, a veces un poco injustas. Pero cercanas a la silueta de un padre que sabe de las llamas, esa luz ebria de incerteza y tomillo.

 

Un abrazo y hasta pronto,

Ignacio

 

Madrid, 8 de febrero de 2015


follas acaídas

Ola, M.,

 

Perdoa a miña escandalosa tardanza. Levo co teu libro na miña casa varios meses, dende que T. pasoumo, hai xa tempo. Non tiña o teu correo, perdido nun deses accidentes informáticos de verán. Pero no fondo non teño disculpa.

 

Quero que sepas que Follas acaídas transmite a mesma impresión de presencia real, de escoita atenta, que se presinte na túa persoa. Todo o libriño está cheo da fidelidade á música dun lugar, dun evento case inaudíbel. Transmite a fidelidade ao son que escoita quen está nos sitios como se fora por primeira vez, por última vez. Recoñózome nesa forma de estar tomando notas, no eido máis humilde, coma se concentrara un mundo.

 

Como se non tivéramos branco e todo fora frecha. No medio dun arrecendo de areas, apuntando un pasar que non pasa. Ingrávido milagre que ven da longura da noite, neste intre anterior a calquera catástrofe.

 

Apertas e grazas,

Ignacio Castro

 

P. D. Unha vez recuperado, chegaránte outra vez as miñas cousas, tamén a invitación para eses Pontes co diaño que presenta E. G.

 

 

Madrid, 8 de febreiro de 2015


Badiou y Miller,

Queridos,

 

Os envío un comentario sobre el texto de Badiou. Adoro a este hombre, pero la verdad es que mi texto (publicado diez días antes que el suyo) fue más breve e incisivo, pensado directamente al calor del momento. No es que ello constituya un mérito por sí mismo, de acuerdo.

 

Badiou, bastante mayor en años, sigue mostrando un encantador arrojo. En esa denuncia de la abstracción monetaria como única universalidad posible, en esas deliciosas ironías sobre el pacto republicano que exalta la misión civilizatoria de Francia a sangre y fuego. En esa orgullosa República laica, no menos integrista (Todos somos policías) que el mundo musulmán con el que se enfrenta, que sospecha de los suburbios, los velos y las barbas de algunos jóvenes maleducados, los sombríos bares de las afueras. Sí, todo esto es reconfortante.

 

Nada que objetar a esa calificación de crímenes fascistas con la que analiza el atentado contra Ch. Hebdo. Nada que objetar tampoco cuando recuerda que la revista satírica, como cierto Voltaire, seguía a su modo el juego de nuestros usos policiales contra medio mundo.

 

Dentro de esta satisfacción genérica que me producen las intervenciones de Badiou  (también la denuncia de una expresión amordazada que explica que él mismo retrase su respuesta), no comparto, empero, la letra de algunos momentos. El "verdadero universalismo" no será el de una bandera comunista que despliegue una nueva potencia a escala mundial. Tal vez excesivamente ilustrado, Alain parece desconocer la fuerza de las distintas culturas, así como el poder (racional y razonado, mal que le pese al credolaico parisino) de las religiones.

 

No hay otra universalidad que la de la contingencia: me encuentro más cerca de esta afirmación de Deleuze. Es decir, de una universalidad episódica, eventual, comunidad contingente construida a golpe de encuentro (o de enfrentamiento) entre singularidades que ejercen su fuerza. Y no hay más que vectores de fuerza en el mundo (también las lágrimas lo son) y sus posibles y deseables pactos ocasionales. La única paz posible es la de un equilibro amistoso de fuerzas. En este sentido, aunque ya sé que decir esto tampoco es muy correcto, el hecho de que los latinoamericanos, los rusos, los chinos y los árabes, busquen su modo de fuerza mundial es bueno para que la sangre no llegue al río.

 

Volviendo a la cuestión de las religiones, no creo que en estos jóvenes asesinos hubiera mucho de nihilismo. Su disposición al martirio (señalado ya en el hecho de que se olviden un DNI en el coche que acaban de robar) va por otro lado, y lo analizó muy bien Baudrillard en El espíritu del terrorismo, a raíz del 11-S. Esa voluntad criminal y suicida tiene más que ver con la desesperación de una frase que un día circuló en los territorios ocupados por Israel: "No pueden matarnos. Ya estamos muertos". Esto más, naturalmente, el implemento de arrojo y de reconstrucción anímica (que le llamemos fanatismo a eso no cambia nada) que proporciona una fe, un credo religioso sin el cual no pueden vivir los pueblos. La misma Francia, con su furia ilustrada, es un ejemplo. A todo esto, hace más de diez años, el famoso artículo de Baudrillard establecía un curioso paralelismo entre esta voluntad mártir musulmana y la de los primeros cristianos.

 

Pero, en fin, se trata de pequeñas diferencias de matiz en un texto que me gusta. A pesar de algunos despistes anticuados, Badiou siempre tiene la ventaja de decir lo que piensa, al margen completamente de la inercia progresista. Virtud que, evidentemente, no pertenece a todo el mundo.

 

Abrazos,

Ignacio

 

 

Madrid, 8 de febrero de 2015


je suis Gaza

Después de las necesarias condenas, algunos sentimos unos cuantos signos preocupantes en el reciente atentado de París. Tantos, que uno se atrevería a decir: "No, yo no soy Charlie". Je suis Gaza. Llevamos décadas bombardeándoles, insultándoles, injuriándoles, despreciándoles... Irán, Irak, Afganistán, Libia, Siria: todo vale con tal de destrozarles, de devolver a los musulmanes a la Edad de Piedra. Esto sin contar la dulce actitud del sagrado Estado de Israel, una y otra vez absuelto por el Holocausto, con esos millones de palestinos hacinados en unos campos de concentración en Gaza y Cisjordania que, si no son otro Holocausto, es por carecer del poder mundial de la cobertura informativa.

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LA GRAN ILUSIÓN. Preguntas de Esther Icart y Carla Orteu

I ¿Cómo definirías el término evasión?

De una manera primeramente afirmativa. Evadirse es romper con algo que nos aprisiona. En contra de lo que a veces se dice, en momentos cruciales (y para ser fieles a lo vivido) hay que huir, romper, fugarse; incluso traicionar. Hoy en día la ruptura tiene mala prensa, pero si no somos capaces de romper con algo, de evadirnos de una costumbre, las cosas se encharcan en una degeneración patética. Por ejemplo, los Stones, y buena parte de lo que hoy se llama jazz, no han conseguido evadirse de su propia leyenda. Y esto, no sólo musicalmente, es una noticia terrible. Como decía el poeta José Ángel Valente: Llegado el caso, irse es la única manera de permanecer, de ser fiel. Dicho de otro modo, una revolución es con frecuencia la única heredera posible del pasado.

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