palingenesia

Sí, F., me temo que tu querida lectora puede tener algo de razón... también en lo que a mi estilo respecta. Ahora bien, ¿le haremos caso? A juzgar por nuestras respectivas biografías literarias, y por este mismo envío, no parece probable.

 

La verdad es que cuesta tanto, para los que vivimos un poco en los márgenes de la cultura mayoritaria, no decirlo todo otra vez... y así cada vez que salimos de una dura clandestinidad. ¿No crees? De todas formas, quizás algún punto y aparte aliviase un poco la inevitable proliferación verbal de quien tiene su acción más bien maniatada.

 

Abrazos,

Ignacio

Madrid, 7 de febrero de 2015


JAM

Gracias por la estupenda sesión-cena de ayer noche y por los dos envíos. Lo de la monja lacaniana parece bastante alucinante, ya lo leeré con calma. Después... a ver si tengo humor para meterme en lo de Miller-Badiou. Lo que me resulta incómodo de Miller no es que sea de derechas (como, por lo demás, es tanta gente) o haya apoyado la estupidez occidental allí donde podíamos cometer más crímenes masivos, sea en Irak, en Libia o en cualquier otro sitio.

 

No es tampoco que él sea parte, digamos, del "lobby judío" que atraviesa Francia de parte a parte y participe, por lo tanto, de la histeria islamofóbica que nos recorre.

 

Es sobre todo su estilo principesco lo que no soporto, su aire de niño maldito oficial... que recuerda al del idiota BHL. Es su afectación Über-narcisista lo que me pone enfermo, esa insufrible teatralidad superyoica con la que recubre casi todas sus pequeñas iniciativas públicas, como si fueran lo más importante del mundo. Como si Él siempre estuviera en el centro de no se sabe qué huracán (tradicional, pero bendecido por el psicoanálisis), del que los demás no nos enteramos.

 

En este aspecto y en otros, me parece incomparablemente más digna la figura del anciano Badiou. Aunque, naturalmente, tampoco él carezca de fisuras. Si tuviese humor y tiempo, creo que sería divertido hacer un esbozo de heteroanálisis de Miller. Una, digamos, "interpretación salvaje" de sus síntomas. Ya veremos.

 

Abrazos,

Ignacio

 

Madrid, 5 de febrero de 2015


multitudes en acto

¿Punto "de no retorno" en nuestras relaciones? Para qué decir otra vez de esta agua no beberé: ¿No nos hemos divorciado ya demasiadas veces? Creo que fuerzas en exceso, también conmigo, las diferencias. El gesto del enfrentamiento es siempre, en todos nosotros, un poco teatral, porque después (por generosa liberalidad, por miedo o por prudencia, por necesidad) pocas veces podemos cumplir nuestras amenazas de ruptura. ¿Por qué forzamos las diferencias? Para darle sustancia a nuestra dispersión, nuestra más íntima amenaza. Para conjurar la amenaza de disolución, el desfallecimiento íntimo de una vida encuadrara por los números y compactarla frente otra cosa que nosotros no somos.

¿No es un poco narcisista? Sin este mecanismo de xenogenia creo que las democracias actuales, carcomidas hasta el tuétano por el capitalismo, no se sostendrían. Sin este mecanismo de odio sutilmente inyectado, creo también que el mito (y el negocio) de la información, con sus imprescindibles ondas de alarma social, no funcionaría.

Pero eso no puede funcionar bien en ti o en mí, en algunos de nosotros, seamos judíos, ateos o cristianos. Si se es un poco moral, es decir, afectivo, es difícil vivir simplemente a costa del enemigo. Ese sectarismo imbécil es propio de los políticos, y hasta en ellos (que ya es decir) hay grietas y diferencias. ¿Tienes una "posición política"? No, eres demasiado hombre para eso.

Nombras a Badiou, a Agamben y Sartre, de quienes querrías renegar ahora. Pero ellos, igual que Deleuze o Tiqqun, te han dicho y te seguirán diciendo (bajo sus respectivas e inevitables identificaciones) un motón de cosas al oído, secretos que te sirven como herramientas para el día a día.

Por lo demás, nadie (tampoco Bill Gates) deja de ser "provinciano y anacrónico". La vida real en Nueva York (¡nuestro querido Hoffman!) también se desenvuelve entre unas pocas personas. Y para vivir con otros (incluso con el otro que uno mismo es) cada día hay que salir, probablemente varias veces, del armario de nuestra patología.

Hay que elegir, vale, no se puede ser amigo de todo el mundo. Pero el "o lo Uno o lo Otro" de Kierkegaard debe estar atento a la ambigüedad de lo que viene, a la novedad y los matices de lo que irrumpe. En este punto, en muchos terrenos, soy parecido a ti: me limito a darle forma (a ponerle palabras y admitir en el pensamiento) a aquello que irrumpe delante de mí, a veces en mí. Lo otro, mantener la elección cosificada en la distribución nominal de los emblemas, es (médica, ética y políticamente) un poco dudoso. Nos lleva a anquilosarnos, a envejecer. Necesitamos fisiológicamente maltratar nuestros clichés. Y el cuerpo de una persona es como el cuerpo de una sociedad. Una nación que no "traiciona" sus grandes emblemas está muerta, entra en decadencia, vive de rentas.

Aparte de esto, es que tenemos corazón y cabeza, dos lados. Dos manos, dos hemisferios cerebrales muy distintos: y dos siempre es tres (no hay dos sin tres, otra cifra que viene). Podemos ser una cosa en cultura y otra en religión, alguien en carácter y otro en ideología, uno profesionalmente y otro personalmente... Esto no significa precisamente estar a favor de la dispersión debole del sujeto posmoderno. Más bien significa intentar un fundamentalismo de lo múltiple, de la multiplicidad, del devenir. Allí donde estamos, debemos intentar penetrar (o ser penetrados) por el acontecimiento de cada situación. Y eso que tiene que ver con los matices: más con el cómo que con el qué. Tal y como decía los ingleses, el diablo (pero también se podrían aplicar a Dios) está en los detalles.

Probablemente esto exige, ante todo, militar en la percepción; en los afectos, en la sensibilidad, en los cambios climáticos del entorno. Bajo las grandes palabras, atender más el cómo que el qué. Romper las liturgias del días, sus incesantes protocolos, siempre un poco policiales. Decía más o menos Cage, niño todavía a los ochenta años: debemos escuchar los sonidos para oír una juventuddel mundo todavía no cuajada en signos, en códigos de lenguaje, en consignas. Tenemos el sentido del humor para disolver a diario la costra de la inercia, que sólo es una forma estándar de la cobardía.

De otro modo la vida se vuelve casi imposible. ¿Tendrá algo que ver ese retiro del que te quejas, ese bloomesco "preferiría no hacerlo", con una ética poco afinada para los matices? Ni tú, ni mis hermanas, ni yo, ni M., ni V., ni A... ni nadie conocido dejamos de ser bastante patéticos si se nos mide esencialmente por el qué, por las definiciones y las tomas de postura... Si no atendemos a los gestos que acompañan a las palabras estamos perdidos, pues el "terror de la inmanencia" (Han) está servido.

Puede parecerlo, pero yo no soy más libre que tú. Todos estamos, más o menos como las moscas, pegados al cristal de nuestras servidumbres. La única posibilidad de respirar es convertir esa superficie (siempre más o menos fatal) en un lago, una pista de juego. No sé si me explico. Vendrá más situaciones incómodas y tendremos que aprender a esquivarlas; a veces entrando en ellas, a veces ignorándolas. Yo, por ejemplo, quise ignorar el asunto de París. Es lo que me convenía: ignorarlo. No pudo ser, pues sale, te preguntan, etc. A partir de ahí, entre callarse o repetir lo que ya está dicho, haces lo que puedes.

Dices: "Intentar parar el péndulo, no agitarlo". Exacto, ignorar la ley del péndulo, su estúpido binarismo. Pero en cuanto nos descuidamos, somos enseguida "víctimas" del escenario mundial y su espectáculo maniqueo: derecha e izquierda, desarrollo versusatraso, la democracia frente a las tiranías, etc. Y el anarco-fascismo, el machismo, la islamofobia, el antisemitismo, los lobos solitarios, el nihilismo, el capitalismo mundial, el cambio climático... Uf. Nuestra metafísica de las oposiciones es, fisiológicamente, muy peligrosa. Hay que tener demonios, de acuerdo, pero no (casi nunca) para tomarlos muy en serio. De lo contrario uno se convierte en prisionero de sus propio demonios. Cuando lo cierto es que, incluso en lo que más odiamos (me asiento ahora como el Papa) hay matices. También allí hay dioses, dice el viejecito de Éfeso.

Tal vez la diferencia entre el mal y el bien, y ésta es una vieja historia, es en parte una diferencia de percepción. Como más tarde sacará a flote el debate de san Agustín con el maniqueísmo, bien y mal no son simplemente contrarios. Uno es el principio y el otro su privación. Uno rodea al otro, vence al otro (Rom 12, 21)... como si el mal fuese solamente la necesaria crisis del bien. Sin que el triunfo del bien, por ello, pueda nunca considerarse definitivo. La mayéutica judía y cristiana, tal vez no tan lejana de Sócrates (no sé en el caso del Islam), necesita constantemente la ironía y el drama de una herida crucial.

Dios, dice el refrán popular, escribe recto con renglones torcidos. A su vez, nos recuerda el Libro del Tao (VIII), “La gran rectitud parece curvada, la gran elocuencia parece tartamudear”. Y después, claro, algunos de nuestros modernos, no siempre franceses. En el orbe cristiano, pocos como Kierkegaard han sido clarividentes para intentar vencer el mal entrando en él, expulsando a los demoniospor virtud del príncipe de los demonios. Y recuerda este momento del Ecce homo: “Dicho teológicamente -préstese atención, pues raras veces hablo yo como teólogo- fue Dios mismo quien, al final de su jornada de trabajo, se tendió bajo el árbol del conocimiento en forma de serpiente: así descansaba de ser Dios… Había hecho todo demasiado bello… El diablo es sencillamente la ociosidad de Dios cada siete días”

En otras palabras, sabiduría popular. Etcétera.

 

En fin, seguimos. Un abrazo,

Ignacio

 

Madrid, 21 de enero de 2015


la religión parisina

Querido, E.,

Innegociable. Tiene gracia que mi amiga L., y probablemente otros amigos vinculados al surrealismo o al situacionismo, sigan prendados de esquemas racionales del siglo XVIII. No menos dogmáticos y eclesiásticos, por cierto, que la peor de las religiones. Con Voltaire y Marx no podremos desde luego entender casi nada de lo que se acerca, esas multitudes "bárbaras" ajenas a nuestras sagradas tradiciones.

Ah, la dulce Francia y su nefasta influencia. Para ganar un poco de viento fresco, os invito (díselo a L. de mi parte), a que le echéis el ojo a los vídeos de un tal Russell Brand en YouTube. No tienen desperdicio, incluso viviendo en este relativamente libre Madrid.

 

Abrazos,

Ignacio

 

Madrid, 19 de enero de 2015


je suis Gaza (II)

Buenos días, R., T. y demás amigos,

Este buen neurótico (definitivamente, el calificativo no sé si es un insulto o un halago) se siente muy honrado por provocar, por un vez, tan encendida respuesta. Pero por otra parte da un poco de pereza el tono de R., ligeramente forzado, al menos si tenemos en cuenta que no hay cámaras a la vista. Mi breve texto, sobre un tema impuesto que no me apetecía, sacado de una carta de respuesta a las preguntas de una amiga, ha provocado más de una reacción de muy distinto signo. En general, os diré que sólo una parte de la elite ilustrada se ha mostrado inquieta. En el resto de los conocidos más bien he notado cierta sensación de alivio al ver en Je suisGaza estructurarse una opinión que, no sólo por razones lingüísticas, cuesta formular.

En fin, comprendo que esa hoja sea polémica y me hago cargo de tal responsabilidad, al fin y al cabo no me he limitado a repetir lugares comunes. Lo que me cuesta compartir es el tono y la textura de lo que escribe R., hilando cosas muy distintas. Para empezar, ni siquiera parece estar dirigiéndose a mí directamente, como si hablara con otro. Después, siento repetirme, ese calificativo de "buen neurótico" es un poco raro. Me extraña, particularmente, lo de buen: ¿por qué no malo? Decir neurótico, por lo demás, es no decir nada: hoy la neurosis se le supone a cualquiera, tanto como antes el valor.

Sé que lo dices para animarme, R., y supongo que para generar lazos, pero incomoda un poco. Suena a neurótico "profesional", en vez de amateur, que me parecería más justo. Parece que soy un profesional de un sólo síndrome, y no un aficionado que puede jugar con varios. Por ejemplo, la psicosis de alto rendimiento, la baja inhibición latente... Todo ello en aras de una urgencia política:desconectar de los medios, ser libre en la percepción, escuchar por fuera. Aquí el radiante Russell Brand que nos ha regalado T. creo que va a ser por mucho tiempo una compañía indispensable.

Para empezar, me siento muy a gusto en tener poco que ver con el enfoque de ese autodenominado "payaso filosófico" (sic), Žižek. Entiendo bien el sustantivo, entiendo menos el adjetivo: ¿filosófico? Siempre se columpió con el sentido, como decía una amiga psicoanalista (esta vez no judía). Desde hace años y años, se rinde en todos los momentos filosóficamente capitales, como si su semblante loco tapase en realidad una cordura ilustrada que raya siempre todas las convenciones. ¿Comunista? JA. Últimamente he entendido mejor la dureza de Laclau con él. Pero sobre todo, en lo que atañe al caso, es significativa una indisimulable animadversión a todo lo que huela a islámico, aversión frecuente en la cultura del Este y muy bien admitida por los medios, incluidos los que odian a Rusia.

¿Palestinos? No, Žižek se sigue columpiando con el sentido. Es cierto que Francia o EEUU no se atreverían a esa concentración de la masacre. Pero no son los judíos los que les convierten en símbolo. Es más bien la simple devastación material de la que son objeto, sin focos y con ayuda de la primera potencia democrática, sumada al maltrato del que siempre hemos hecho objeto a los "sucios árabes".

Después, R., seas buen o mal neurótico, sobre ese error mío de pensar que Charlie Hebdo no había satirizado el judaísmo o el estado israelí, ya me expliqué suficientemente en otro lugar y no tiene mayor importancia. De hecho, las dos versiones, en la web y enfronterad, ya están cambiadas en ese punto. Resulta que nunca fui "lector habitual" de Charlie, como tampoco lo soy de El Jueves u Hola, de ahí que haya calculado mal todas las direcciones de ese negocio satírico.

Me asombra que entre nosotros haya que empezar, cada vez que se quiere decir algo un poco distinto, por comulgar con el habitual ritual de condolencias y condenas morales. Está claro que son obvias, que cualquier neurótico medio tipo Je suis empieza por ahí, sea de manera expresa o no. No hay más necesidad de insistir, sobre todo si se quiere pasar enseguida a lo que no se menciona en el cacareo general. Comprendo tu incomodidad, pero no sé si eso te da derecho a trenzar como te venga en gana los argumentos. Primero, te olvidas de la primera frase: "Después de las necesarias condenas". Con eso basta para expresar mi posición moral sobre este asesinato, cuando la prisa del texto (en los márgenes del coro "mundial") era pasar a otros signos que no se formulan. Dejo para el comunista Žižek prolongar una labor de plañidera en la que hay desde hace días overbooking.

Después viene por tu parte el colmo de la mala fe, rozando la falsificación. No niego en ningún momento que estos tres protagonistas sean terroristas y asesinos. Aquí no puedes no haber entendido. Dije simplemente que hay un signo, al que no queremos atender, en el hecho de que muchos de estos terroristas fuesen hasta hace poco sólo raperos de barrio, pandilleros u horteras de polígono. La pregunta aquí es: ¿Qué tipo de coacción diaria hace falta para que, en la misma Francia , miles de esos poligoneros se radicalicen después en las mezquitas? Pues bien, Badiou (comunista o no, me parece que más fiable que Žižek) dio hace años una respuesta. Vuelve a Velo, ese texto escrito contra el maltrato de las niñas musulmanas en la escuela laica francesa. Curiosamente, que yo sepa, ha tenido que ser la Iglesia católica la que se hiciera cargo de ellas en medio de la Francia libre.

De ese mismo texto de Badiou recordé la idea, perfecta para nuestro racismo laico, de un Dios de los pobres. Tiene coña que haya de ser un Papa, argentino por más señas, el que tenga que decir algunas cosas de sentido común en esta aldea local histérica. En efecto, da un poco de vergüenza: mal deben estar las cosas en nuestra neurosis medio-socialista para que un servidor, o J. A., tengamos que citar al Papa. Conviene no meterse con las religiones, dice, corazón de todas las culturas (¡también en los altares de la lustración!), si uno no quiere provocar alguna respuesta destemplada. ¿Es esto defender el terrorismo? No. Es ejercer una mínima labor de análisis para ayudar a que la pesadilla cambie.

Y aquí hay que volver a recordar algo ya dicho. Es normal que el Islam, bombardeado en todas partes, tenga menos liberalidad y sentido del humor (a la hora de soportar las sátiras) que los triunfales cristianismo y judaísmo. Repito que los angloamericanos parecen haber entendido mejor esto, aunque Cameron parezca sólo un neurótico de bajo perfil. ¿El Papa? Casi da más vergüenza tener que citar a Obama, que ha invitado a los europeos a decidir sobre si los musulmanes (tal como son, con sus costumbres y su religión) pueden estar o no en Europa.

Esto otro me deja atónito, más aún si se cita al ateo Žižek: "el auténtico religioso no necesita reivindicar su fe". Como si la fe racional ilustrada no se pasara el día reivindicando, a veces con bombas de racimo A ver si lo entiendo: ¿Una fe está entonces para ser guardada en casa, al estilo del sucio secretito francés? Ahora  va a resultar que, escondida, la auténtica fe está en el silencio depresivo (Tiqqun) que reina en el centro de París, mientras en las afueras se despliega el habitual ruido bélico.

"Algunos de los valores que tanto nos ha costado conquistar en la vieja Europa": laicismo y liberad de expresión, etc. Pero aquí (siento decirlo así, R.) hablas como un miembro reciente de la veloz empresa Prisa. Tenemos que archivar ya, cuanto antes, los dogmas eurocéntricos del siglo XVIII (me temo que Voltaire incluido) si queremos entender algo de la complejidad que nos rodea.

Una cosa más que todavía no dije, pero pensé que era obvia. El mito de la libertad de expresión, su neurosis malhumorada en todo Occidente, es el reverso de un mundo donde la "libertad de acción" está neutralizada, anulada, congelada en los cauces numéricos de la micro y macro economía. No hace falta ser un radical, ni seguir a Agamben o Badiou, para firmar esto. Hasta Žižek, cuando se calme, podría entenderlo.

En fin, estoy de acuerdo con T. y A. (aunque ella no menciona mi breve hojita). En medio de esta merienda de blancos que ignora la carne de segunda en Nigeria, no tiene mucho sentido elevar el tono entre nosotros. Mañana volveremos a nuestro propio infierno, sin llamas ni Kalashnikov. Volveremos a este endeudamiento anímico, una cárcel flexible donde se muere a plazos y de forma crónica. En verdad, no sé si Podemos será suficiente para esta casta invisible de la coacción al silicio y su sonriente violencia capilar.

 

Un abrazo y mucha suerte a todos,

Ignacio

 

Madrid, 19 de enero de 2015