deseo y metonimia

Hola, M. y M.,

Ayer lo pasé en grande, de verdad, gracias a O., M. y la encantadora reunión que se montó, vosotros dos incluidos. Pero tengo la impresión, por no decir la certeza, de que no fui suficientemente delicado en algunos momentos.

Disculpadme si podéis, uno es un poco así, impulsivo, provocador; sin mala fe, pero a veces no del todo atento a los detalles de las circunstancias. Y además, por encima de todo, no conocía los detalles de vuestras respectivas historias en Argentina, sobre todo la de M. Como hoy tenía un ligero run-run en la cabeza, llamé a O. y me puso al tanto.

Siento de verdad mi ligereza. Por un momento pareció que uno estaba compitiendo en quién había tenido más tragedias detrás. La carrera era absurda y además la historia de M. es como para, sencillamente, callarse. Lamento mi desconocimiento y mi imprudencia.

Al margen de esto, lo pasé bien de verdad. Lo que dije del tan manido goce femenino (que “me la trae floja”: je, je) es más o menos lo que pienso. Mejor dicho, lo que siento. Pero no con respecto al goce femenino, sino también al masculino, a esta inflación universal del Goce. Es por donde el vigente orden social nos tiene presos. Nos agarra por todas partes, pero sobre todo por ahí, por esa tendencia nuestra a gozar con ciertas fijezas, sacralizadas con un nombre muy propio.

Echo de menos el deseo, su cabalgada sin territorio ni fijeza. Sí, echo de menos la exterioridad sin nombre, la deriva metonímica del deseo que ayer sin embargo (en una tarde que, repito, no fue perfecta: mea culpa) fluyó a veces. Creo que podéis entenderme, estéis o no de acuerdo conmigo. En fin, habrá otra ocasión de darle otra vuelta a todo eso.

Mientras tanto, ¿a qué viene esta inflación del significante Goce en el medio analítico? Cuesta no asociarlo al triunfo social, por doquier, de este conductismo masivo que nos impide la indefinición, el secreto, el nomadismo sin metalenguaje. Cuesta no asociarlo al sedentarismo portátil que se ha instalado por todas partes. ¿Los psicoanalistas van a acabar siendo como “todo el mundo”? Como si se hubiera terminado la errancia y todos necesitásemos ser reconocidos, asociarnos a identificaciones admitidas, aunque sean minoritarias.

En suma, como si fuera obligatorio acabar por aferrarse a un grupito que practica su propio metalenguaje. No sé si el lacanismo da cuenta del pensador Lacan, tengo mis dudas. En todo caso, sí sé que esa pregunta que se repite (“¿Te has analizado?”) recuerda demasiado a todas las Iglesias. La próxima vez contestaré: “No, hermana, aún no he peregrinado a La Meca, pero porque Allah está en todas partes”.

Sólo una cosa más, queridos. A veces por escrito sí se me entiende. Echadle si no un ojo a “Nuevas formas de matar”, que os envié hace poco y que podéis encontrar en las Novedades de mi página web. Ese breve texto contiene algo de la furia contra el macro-conductismo social que nos rodea, la pasión por la fuerza política del deseo que ayer tuvo sus momentos.

Abrazos,
Ignacio

P. D. Dadle recuerdos a P. y a B., si las veis, y decidle que no hay motivo para preocuparse. Creo que con M. no hace falta, ya me conoce.

Madrid, sábado 2 de noviembre de 2013


la fuerza política del deseo

Hola, C.,

Ayer lo pasé fenomenal en el debate que tú y D. (a quien no conocía) propiciasteis. Trasmitiste una impresión muy viva de ese libro que espero con ansiedad, pues creo que tiene bastante que ver con mis preocupaciones ético-políticas. Por si la perdiste, mi dirección es la que te adjunto. Por favor, envíame Sociofobia cuanto antes.

Esta mañana me puse a buscar tus comentarios a mi pobre libro. Digo pobre porque, al contrario del tuyo, juraría que Sociedad y barbarie apenas salió de un pequeño círculo de amigos, que tampoco lo han leído, en general... Tu comentario está muy bien en su brevedad. No estoy seguro de que sea muy justo, pero está muy bien, y además lo que dices lo dices con gracia. No sé si te contesté, por cierto: no encontré el correo en mi ordenador.

No sé si entiendo eso de “la oportunidad de los detalles textuales”. Intenté no ser rastrero con Marx, no tener nada que ver con los Nuevos Filósofos, no descender a su relación con la criada, no echarle la culpa de los males del estalinismo soviético, etc., etc. Es más, jamás sentí tanta piedad por ese hombre como cuando hacía mi libro “contra” él. Intenté ir al grueso de sus argumentaciones filosóficas y antropológicas… y sí, echarle “la culpa” de este estalinismo democrático que nos invade, esa barbarie conceptual de la cual el fragmento que trascribes de Marx en las primeras páginas de tu libro, extraído de “La dominación británica en la India”, es un síntoma estremecedor.

Dudo que el mismísimo Stalin, conocido por su carácter liberal, se atreviese a firmar ese testimonio de la sacralización del dios Historia. Sacralización que impide la más mínima autonomía socrática o kantiana en las vidas, que hace que la sociedad occidental haya caído en el más kafkiano automatismo y que la política sea una aburridísimo bienestar binaria entre derecha e izquierda, mercado y estado, religión e ilustración, “despotismo oriental” (Marx) y grandeza de la iniciativa histórica, etc.

Me refiero en el fondo a algo doblemente eficaz por el hecho de que jamás es explícito, esta prohibición diaria de tener alma, de vivir y pensar desde tu más íntima y lejana zona de sombra. Intenté repensar a Deleuze, a Agamben y Badiou, contra Marx, al margen de Marx. No sé si lo conseguí. Sea como sea, pocas veces un libro mío ha sido acogido tan hostilmente, aunque esa frialdad tome naturalmente la forma del silencio democrático.

Después, creo que no, que no me habría valido cualquier otro autor del siglo XIX para la crítica que propongo, la denuncia de ese “imperialismo” del contexto sociopolítico que ha convertido al hombre en una “pelota de ping-pong con memoria de los rebotes”, según la caricatura que en algún momento se hizo del conductismo.

Las perlas que ayer dejabas caer (“¿Qué clase de persona debo ser…?”) creo que están bloqueadas por un “marxismo” empotrado, de término medio y sin necesidad de explicitarse ideológicamente. Un poco como los paradigmas de Kuhn, pero también expandidos entre la derecha, dogmas que ha hecho retroceder la autonomía del hombre y la cuestión “moral” hasta niveles literalmente espectaculares.

Niveles que explican el bloqueo político del presente, el hecho de que todos los apuntes de alternativa política (salvo tal vez las de extrema derecha) acaben tragados por la presión de la opinión pública y el espectáculo de lo visible, por el peso de la economía y la información, por la multiplicidad esterilizante del consumo y su fondo nihilista. Parafraseando un momento de ayer, hoy ya es heroico atreverse a estar a solas con una cuestión y tomar una decisión, al margen del estruendo global.

Pero todo esto necesita ser explicado más pacientemente, lo sé, de manera más didáctica y lenta a la que yo estoy acostumbrado. Me encantaría que me pudieras ayudar a organizar una sesión en Enclave en la que estoy pensando. Ya te contaré.

Gracias por tu labor, por la fuerza política de tu encanto personal, y por tu libro.

Abrazos,
Ignacio

Madrid, domingo 20 de octubre de 2013


nuevas formas de matar

Las tres chicas de Alcàsser, Rocío Wanninkhof, Marta del Castillo, los niños de José Bretón. Ahora, en claroscuro, ese ser que se llamó Asunta, su rastro leve en Santiago y alrededores. Llama la atención, en estos tristes casos criminales de los últimos años, algunos todavía no resueltos, el peso de la ferocidad informativa. Junto con esto, como su otra cara –es preciso decirlo-, una escandalosa inoperancia policial. Torpeza que en el caso de Marta del Castillo llega a niveles de esperpento. No entremos en detalles, pero ¿tal incompetencia profesional se deberá al hecho de que también la Policía y la Guardia Civil se pasan el día entero pegados al delirio informativo, siguiendo la carnaza del escándalo y buscando signos del último rumor?

Read more


compromiso social y literatura

1. Sofía Lancho*: En todos los talleres y libros sobre literatura hay siempre un tema que se repite: la relación del texto con el autor y sus circunstancias. ¿Crees que se puede escribir un libro sin dejar que el mundo del autor se refleje en él?
Read more


nubes aparte

Hallo, Silver,

No recuerdo al tal J. B. F., me imagino que un radical de extrema izquierda. Mi critica a Marx… ¿en qué página vas, por cierto? Lo digo porque como mi libro tiene bastante más de cien páginas y nadie, que yo sepa, lo lee. Me ofrezco a aclararte todas las dudas que tengas, por el mismo precio, pero antes tienes que leer y subrayar. Si no, estás ejecutando la misma táctica que supongo que tiene el tal Benemérito F., disparar sin preguntar antes. Y claro, después el muerto ya no contesta.

Con o sin Marx, ayer lo habías pasado genial. El Gilipollas de Tréveris nos dio la oportunidad de pasar dos horas muy divertidas entre silencios tensos, equívocos ruidosos, momentos de hilaridad… en incluso de conversación real, a tres bandas.

Total, que conocimos gente y algunos (es un decir) casi llegamos al sexo. ¿En la actual Alemania, producto en parte de la furia socializadora de Marx, sería posible tal milagro? Tendrías que ver qué amigas, de edades muy distintas.

Te echamos de menos, tu presencia viral y tu niebla antimarxista. A ver si en la próxima, pero no en agosto. Ahí no, ahí no cuentes conmigo: entonces me toca el chiringuinihilismo costero.

Abrazos,
Ignacio

Madrid, viernes, 26 de abril de 2013